DAMA DE INVIERNO

Esta historia comienza allá por principios de diciembre, cuando las hojas de los árboles terminan de caer y la noche se come al día. Cuando el frío hielo de las mañanas se convierte en un manto de cristales diminutos derretidos por el sol.

Un buen hombre, leñador de profesión, se dirigía a casa al anochecer después de un día duro de trabajo en el monte preparando la madera para el frío invierno. Todo estaba nevado y había entrado ya la niebla. De pronto el hombre vio a lo lejos lo que parecía la silueta de una mujer. Decidió acercarse un poco y efectivamente allí estaba. Una mujer de aspecto joven, tremendamente atractiva, piel blanca como la nieve, cabello negro como la noche y ojos grises como la luna.

El hombre extrañado de ver a alguien por allí se acercó y le preguntó:
- Buenas tardes señorita, que hace usted por aquí? Se ha perdido?

Ella lo miro fijamente y le dijo:
- Si me ha encontrado a mi es posible que sea usted el que se haya perdido buen hombre.

Él extrañado le contestó:
- Pero si yo paso por aquí todos los días para volver a casa señorita.
El hombre entonces se dio cuenta de que ya había anochecido, así que se despidió y comenzó a andar hacia su coche.


Llevaba ya un rato caminando sin saber muy bien que ocurría, pues ya debería haber llegado hasta su coche, sin embargo allí seguía, caminando. De pronto allí a lo lejos la vio de nuevo. Era aquella misteriosa mujer otra vez. Decidió acercarse una vez más. Ella se movía con aire fantasmal, dando la sensación de que flotaba, como si el tiempo se detuviera y no pasara para ella.

El hombre se acercó diciendo:
- Hola de nuevo señorita, parece que usted tenía razón al final. No sé cómo pero parece que me he perdido…

Ella paró en seco y le dijo:
- Siga a la luz de la luna buen hombre, ella lo guiara de vuelta.

A lo que él contestó:
- Pero si está nublado y no se ve…

Ella entonces saco por debajo de su ropa lo que parecía una rosa roja y dijo:
- Mejor, así no podrá ver los horrores que alberga la fría noche.

Él al ver la rosa dijo:
- Pero cómo es posible que conserve usted una rosa en esta época y con estas condiciones?

Ella entonces le acercó la rosa y dijo:
- Tómela buen hombre, pero tenga cuidado que tiene espinas.

Él le replicó:
- Seria usted capaz de engañar al mismísimo diablo señorita.


Tomó la rosa y al momento notó un pinchazo en uno de sus dedos. Echó la mirada y vio como le empezó a salir sangre de él.
Ella entonces acercó su mano y rebaño la sangre de su dedo, para después pasárselo por sus labios.

El hombre extrañado a más no poder no aguanto más y preguntó:
- Quien es usted señorita?

Y ella contesto:
- La dama de invierno