NOCHE "ABURRIDA" EN EL CLUB ACUARELA
MIS RECUERDOS, PARA MI MUJER
Esta noche de sábado, reservado para parejas, hemos salido al club Acuarela. Tú no estabas muy convencida, aunque ya hemos ido en otras ocasiones y te lo has pasado bien, como la primera vez, en la que conocimos a un matrimonio de arquitectos. Llevas un vestido negro con falda larga muy amplio. Te has puesto las medias negras y unas braguitas negras minúsculas. El sujetador a juego realza tus hermosas tetas. Estás preciosa.
La verdad es que parece que no ha sido buena idea traerte, casi a la fuerza… Después de un buen rato, de salir los dos a bailar a la pista, casi llena, de tomar un cubata, no te animas a establecer contacto con ninguna pareja. Yo me deprimo, me callo y nos sentamos en la sala de butacas. Hay pocos sitios libres. Encontramos lugar en una esquina, enfrente de una pareja un poco rara.
La mujer es mayor, de unos 50 años, guapa y bien arreglada, lleva la conversación. El hombre es más joven, de unos 30 años. Fuerte, pero delgado y guapete. Chapurrea el castellano con fuerte acento del este. Comentó que se dedica a traer coches usados de Alemania…
Al rato, por fin, salimos a bailar los cuatro a la pista de baile oscura y abarrotada intercambiando las parejas. Entramos a la pista, rectangular y grande, por el centro, retirando las cortinas que dejan el ambiente en la oscuridad. Suena música lenta. Yo comienzo a charlar animadamente con la señora, vestida con pantalón y que no me motiva lo más mínimo, aunque nos damos besos y caricias.
Pasados unos pocos minutos no te veo cerca de nosotros, que nos hemos acomodado en la parte de la izquierda, más amplia que la de la derecha, limitada por una pequeña barra de bar auxiliar con algunos taburetes altos. Seguimos bailando, aunque mi atención está puesta en buscarte entre las cabezas de las docenas de parejas que se arremolinan, se agrupan de a cuatro, alargando las manos para acariciar a las otras parejas, se intercambian, se besan… Ese ambiente que motiva, enardece la lívido y libera la mente.
Voy moviendo a la señora bailando entre la gente para buscarte. No te veo, pero sí que llego a oírte. Oigo tus lamentos, tus quejidos, inconfundibles cuando estás caliente. Localizo vuestra situación sin veros, al lado de la barra. Durante varios minutos tu voz y suspiros es predominante y va subiendo de volumen, intensidad y frecuencia. No avanzo hacia vosotros. Espero. Disfruto con la situación. Sé que estás en el séptimo cielo y comprendo que no debemos interrumpir tu sesión de placer.
Por fin, después de varios minutos, quedas en silencio. Te has corrido y te estás recuperando. Conociéndote como te conozco, sé que el búlgaro, este tipo de hombre rudo, directo, mandón que a ti siempre te ha gustado, que te atrae sexual e irremisiblemente, te ha follado. De pie, como te gusta.
Va pasando la hora oscura, cambia la música y se encienden algunas luces, la pista se queda más diáfana de parejas y os veo. Estás apoyada en la pared, besándote con el búlgaro rodeándole el cuello con tus brazos. Relajada. Le digo a la señora “mira a mi mujer, qué feliz está después de que tu chico se la haya follado”. Creo que se enfada, o lo aparenta, por que se acerca a vosotros y le riñe al chico “es que no se puede contigo”.
Nos sentamos y charlamos un rato más hasta que damos por finalizada la noche y nos vamos.
En el viaje a casa hablamos poco. Tú estás cansada y adormilada. Yo dándole vueltas a lo que he sentido. Desde que impulsé la entrada en este mundillo de “intercambio” de parejas, siempre he priorizado tu disfrute sobre el mío. Hoy lo he sentido más intensamente que nunca y he comprendido que, en efecto, soy un cabrón. Disfruto con los cuernos, más que follando yo a otras mujeres. Pero es difícil de interiorizar para un macho y nada te dije. Y tú tampoco hablaste del tema, quizás avergonzada, no sé.
Hasta pasados muchos años, ya asumida plenamente mi condición de cornudo por mí y por ti, no hemos hablado de aquella noche. Yo espero que al leer estas líneas recuerdes más detalles y me los cuentes, pues ya sabes que son canela en rama para mí.
Mientras tanto la escribo en mi imaginada versión, tomando próximamente tu relato en primera persona.
Esta noche de sábado, reservado para parejas, hemos salido al club Acuarela. Tú no estabas muy convencida, aunque ya hemos ido en otras ocasiones y te lo has pasado bien, como la primera vez, en la que conocimos a un matrimonio de arquitectos. Llevas un vestido negro con falda larga muy amplio. Te has puesto las medias negras y unas braguitas negras minúsculas. El sujetador a juego realza tus hermosas tetas. Estás preciosa.
La verdad es que parece que no ha sido buena idea traerte, casi a la fuerza… Después de un buen rato, de salir los dos a bailar a la pista, casi llena, de tomar un cubata, no te animas a establecer contacto con ninguna pareja. Yo me deprimo, me callo y nos sentamos en la sala de butacas. Hay pocos sitios libres. Encontramos lugar en una esquina, enfrente de una pareja un poco rara.
La mujer es mayor, de unos 50 años, guapa y bien arreglada, lleva la conversación. El hombre es más joven, de unos 30 años. Fuerte, pero delgado y guapete. Chapurrea el castellano con fuerte acento del este. Comentó que se dedica a traer coches usados de Alemania…
Al rato, por fin, salimos a bailar los cuatro a la pista de baile oscura y abarrotada intercambiando las parejas. Entramos a la pista, rectangular y grande, por el centro, retirando las cortinas que dejan el ambiente en la oscuridad. Suena música lenta. Yo comienzo a charlar animadamente con la señora, vestida con pantalón y que no me motiva lo más mínimo, aunque nos damos besos y caricias.
Pasados unos pocos minutos no te veo cerca de nosotros, que nos hemos acomodado en la parte de la izquierda, más amplia que la de la derecha, limitada por una pequeña barra de bar auxiliar con algunos taburetes altos. Seguimos bailando, aunque mi atención está puesta en buscarte entre las cabezas de las docenas de parejas que se arremolinan, se agrupan de a cuatro, alargando las manos para acariciar a las otras parejas, se intercambian, se besan… Ese ambiente que motiva, enardece la lívido y libera la mente.
Voy moviendo a la señora bailando entre la gente para buscarte. No te veo, pero sí que llego a oírte. Oigo tus lamentos, tus quejidos, inconfundibles cuando estás caliente. Localizo vuestra situación sin veros, al lado de la barra. Durante varios minutos tu voz y suspiros es predominante y va subiendo de volumen, intensidad y frecuencia. No avanzo hacia vosotros. Espero. Disfruto con la situación. Sé que estás en el séptimo cielo y comprendo que no debemos interrumpir tu sesión de placer.
Por fin, después de varios minutos, quedas en silencio. Te has corrido y te estás recuperando. Conociéndote como te conozco, sé que el búlgaro, este tipo de hombre rudo, directo, mandón que a ti siempre te ha gustado, que te atrae sexual e irremisiblemente, te ha follado. De pie, como te gusta.
Va pasando la hora oscura, cambia la música y se encienden algunas luces, la pista se queda más diáfana de parejas y os veo. Estás apoyada en la pared, besándote con el búlgaro rodeándole el cuello con tus brazos. Relajada. Le digo a la señora “mira a mi mujer, qué feliz está después de que tu chico se la haya follado”. Creo que se enfada, o lo aparenta, por que se acerca a vosotros y le riñe al chico “es que no se puede contigo”.
Nos sentamos y charlamos un rato más hasta que damos por finalizada la noche y nos vamos.
En el viaje a casa hablamos poco. Tú estás cansada y adormilada. Yo dándole vueltas a lo que he sentido. Desde que impulsé la entrada en este mundillo de “intercambio” de parejas, siempre he priorizado tu disfrute sobre el mío. Hoy lo he sentido más intensamente que nunca y he comprendido que, en efecto, soy un cabrón. Disfruto con los cuernos, más que follando yo a otras mujeres. Pero es difícil de interiorizar para un macho y nada te dije. Y tú tampoco hablaste del tema, quizás avergonzada, no sé.
Hasta pasados muchos años, ya asumida plenamente mi condición de cornudo por mí y por ti, no hemos hablado de aquella noche. Yo espero que al leer estas líneas recuerdes más detalles y me los cuentes, pues ya sabes que son canela en rama para mí.
Mientras tanto la escribo en mi imaginada versión, tomando próximamente tu relato en primera persona.
3 年 前