Veraneo con Lidia.- Capítulo 3: En la playa
3.- En la playa
Me las arreglé para terminar mi trabajo y bajé a la playa para estar un rato con los niños, con mis padres y con ella. Con ella más que con nadie. Estaban sentados en una especie de círculo. Los niños construían un castillo de arena, mi padre estaba leyendo el periódico, mi madre tomaba el sol con su enorme pamela, con la silla reclinada hacia atrás, medio tumbada. Lidia leía tumbada en la toalla, boca abajo. Me saludaron al verme llegar y ella se sentó para charlar conmigo.
- ¿Todo bien? -preguntó Lidia.
- Perfecto, gracias- le contesté con una sonrisa cómplice - ¿Qué tal el libro que estás leyendo?
- Entretenido. Si quieres cuando lo acabe te lo paso.
- Oh sí, claro. Le leeré con mucho interés para conocer tus gustos.
- Es verdad, así conocerás mejor mis aficiones y mis intereses- comentó con un doble lenguaje
Llevaba un precioso bikini rojo que tapaba más bien poco su anatomía. Quizás por eso se había puesto un pareo alrededor de la cintura, para disimular esa redondez excesiva de sus caderas y sus muslos. Puse mi toalla por debajo de su posición, aprovechando una pequeña sombra, y me tumbé contra mi vientre para poder verla. Una vez más, detrás de mis gafas de sol, podía observarla sin pudor, centrarme en los puntos más excitantes de su anatomía. Era delicioso imaginar cómo sería besarla todos y cada uno de esos puntos. Algunos demasiado exuberantes, pero absolutamente perfectos para mí. El canal de sus pechos me atraía como un imán. Sus pezones podían adivinarse a través de la tela, los lamería allí mismo si pudiera; ese vientre ligeramente redondeado estaba pidiendo a gritos que le cubrieran de besos. Yo sabía que ella era consciente de que la miraba, más de lo que haría normalmente. Ella me miró también un par de veces. La primera vez desvié rápidamente la mirada, pero con la segunda, seguí mirándola de forma insinuante. Ella me sonrió. ¿Esa sonrisa era de aprobación? ¿Estaba siendo consciente de mis apetencias, de mis intereses? ¿Me estaba enviando una señal? Mi libido me estaba jugando una mala pasada. Estaba perdiendo el control…
Los niños comenzaron a inquietarse, tenían hambre. Eran las dos y media y llevaban allí desde las once de la mañana. Yo sólo me había unido a ellos hacía apenas una hora, así que supliqué que me dejaran media hora más. Mis padres, benditos ellos, se ofrecieron a regresar a casa y llevárselos.
- ¿Lidia, vienes con nosotros o te quedas? - preguntó mi padre.
La miré a través de mis gafas oscuras y rogué en silencio a Dios, o al diablo, que decidiera quedarse.
- Me quedaré con Cristina para hacerla compañía- dijo con una sonrisa abierta que me derretía por dentro.
Una vez que se fueron con casi todos los bártulos hacia casa, me acomodé en una silla al lado de Lidia y las dos las reclinamos para tomar un poco el sol. Estábamos muy cerca, tan cerca que podía sentir su respiración y el calor que emanaba su cuerpo. Nuestras piernas casi se rozaban. Mi coño volvió a empaparse mientras imaginaba qué se sentiría si entrelazáramos nuestros muslos.
Escondida tras mis gafas de sol, podía mirar y fantasear todo lo que quería. Quería transmitir de alguna manera, aunque fuera telepáticamente, mis deseos para con ella. El calor del sol ayudaba y alimentaba mi lujuria, calentando mi piel al máximo.
Empezamos a hablar, acerca de cosas normales en un primer momento: los niños, los planes para el resto de la semana y así sucesivamente. Era agradable pasar un tiempo así con Lidia. Tenía esa gran personalidad, extrovertida, que la hacía ser encantadora. Intentaba seguir la conversación, pero mis pensamientos eran otros y me distraía.
- Estoy ardiendo - dijo mientras se limpiaba con la toalla el sudor de su cuello y de sus pechos.
Sus dedos se deslizaron justo en la parte interior de su bikini para secarlos. Tenía miedo de que mi boca se abriera sin querer. Mis piernas estaban un poco abiertas, debido a la forma de las sillas bajas de playa, pero cuando vi a Lidia tocar sus pechos, mis rodillas se unieron como un acto reflejo, produciendo una sensación muy agradable entre mis muslos.
- Sí, me temo que hoy los cuerpos están más que recalentados- respondí sin pensar, sintiéndome ridícula por ello.
Ella se rio en voz alta. Tenía una risa sonora muy linda.
- Vamos a dar un paseo y nos refrescamos. Y así vemos si hay otros cuerpos más calientes que los nuestros- dijo.
Estaba un poco sorprendida. Era como si hubiera picado el cebo. Miré a sus ojos que me miraban por encima de sus gafas de sol y tal vez noté una chispa extra en ellos. Tal vez ella estaba coqueteando conmigo.
- Ok, vamos a buscar los cuerpos más calientes de la playa – reí.
Nos levantamos y caminamos por la orilla del mar refrescando nuestros pies. Miré alrededor y me centré en dos chicos que jugaban con un frisbee cerca de las dunas. Nos paramos a unos metros de ellos. Uno era muy guapo. Se lo dije.
- Sí, es bastante agradable- me dijo, mientras se quitaba la arena de su muslo y hablaba de los abdominales del chico sin apenas hacerle caso.
Estaba claro que no tenía ningún interés en ellos. Sólo parecía interesarle la forma en que sus dedos se movían rozando su pierna. Me trajo un recuerdo de hace mucho tiempo…
- En estos días calurosos, con el riesgo de quemarse por el sol, siempre me acuerdo de mi vecina María.
- ¿María? ¿La que vive al lado de tus padres?
- Sí. ¿Quieres que te cuente lo que me sucedió hace unos cuatro años con ella?
- Claro – dijo curiosa
- Yo estaba asomada a la ventana de mi cuarto y ella me saludó desde la suya. Sabes que vivía en el piso de abajo y se la podía ver perfectamente. Estaba quemada por el sol y se estaba poniendo crema aftersoon por todo el cuerpo, desnuda y sin ningún pudor. Dejó que la observara acariciándose los pechos, el vientre, las piernas... Luego ella comenzó a acariciarse de una forma diferente, más íntima ... Aquello no era ponerse crema era algo más. Sus manos buscaban rincones más ocultos. Al tiempo, comprobaba que yo seguía ahí. Yo no era capaz de dejar de mirarla. Se estaba masturbando descaradamente ante mí, para mí…
Nos habíamos detenido en la orilla, con el agua a la altura de las rodillas. Cerré y abrí mis piernas, a un ritmo lento, saboreando la sensación de mis labios vaginales humedecidos al juntarse y separarse.
- ¡Sí…! ¿En serio? – preguntó, con una mirada de curiosidad reflejada en su cara.
Asentí y le conté la historia con todo el lujo de detalles, y exageré más de lo que vi aquella tarde. Dejé claro el hecho de que yo estaba en la ventana del piso superior, no perdiendo detalle de cada una de las caricias y de los movimientos que mi vecina estaba haciendo hasta que le llegaron las convulsiones del orgasmo y me miró de manera muy lasciva. No le dije que yo también me había masturbado viéndola y me había lamido los dedos después de meterlos en mi coño, imaginando que el jugo era del coño de María.
Al final de mi historia pude observar el vientre de Lidia subiendo y bajando a un ritmo algo más rápido que hacía unos minutos. Creo que mi historia la había despertado el deseo; a mí siempre me lo despertaba cuando pensaba en ello.
- Siempre que recuerdo esa imagen y la cara de María disfrutando de su corrida, me excito. Fue de lo más erótico que he vivido jamás.
- Ya me imagino. A mí me has puesto cachonda con el relato…
Su voz era tranquila, pero entrecortada, esa que sólo el deseo sexual puede producir. Dudé. Yo tenía miedo de hacer algo que arruinara este momento. Tenía miedo de que en cualquier momento la magia desapareciera, sus quejas se hicieran evidentes y me quedara expuesta al insulto por mi desviación sexual. Pero yo no podía hacer nada más, la suerte estaba echada. Y sí, yo estaba muy caliente.
- Ver a alguien en esa situación es excitante – continué - aunque uno no quiera.
- Sí…
- ¿Tú también has visto a alguien así?
- ¡Eeeh…! Bueno… algo parecido. Pero era una pareja de la universidad…
Mis manos se posaron en el interior de mis muslos haciendo que me quitaba algún resto de arena pegada a ellos. Mis rodillas iniciaron un lento abrir y cerrar de piernas. El ritmo de este movimiento me excitó aún más. Y fue entonces cuando vi las rodillas de mi prima siguiendo el mismo patrón de movimiento en las suyas. Oh Dios, pensé, ella también está excitada. Había despertado su deseo, no hay duda…
- Así que estos días de calor… me gustaría tenerla a mi lado, en privado...- me reí nerviosa – Vamos al agua…- agregué, con cierta dificultad al hablar.
Nos lanzamos de cabeza y salimos un poco más adentro. El agua cubría nuestro cuerpo por encima de la cintura. Me agaché hasta tener el agua a la altura de mi cuello. Semi oculta por el azul verdoso del agua, acaricié mi sexo, ignorando si ella se daba cuenta de mis movimientos
- ¡Cris ...! - vaciló.
- Sí… Dime
- ¿Puedo preguntarte algo? ...
- Sí, lo que quieras… - el cebo estaba echado
- No, nada, déjalo…- dijo moviendo su mano en una especie de señal.
- ¡No! Ahora no me puedes dejarme a la expectativa, pregúntame cualquier cosa que quieras saber...
Su boca se abrió y se detuvo de nuevo.
- Ayer en la playa ... estabas pensando en eso .... en ... ya sabes… - se volvió hacia los jugadores, por lo que no podía ver su rostro.
Se había dado cuenta de mis movimientos. Cuando yo creí que no podría percibirlos. Me avergoncé durante unos segundos, pero luego volví a la realidad y a ese increíble estado de emoción que estaba viviendo. Separé mis rodillas rápidamente porque iba a correrme allí mismo.
- Oh Dios, ¿te diste cuenta? – Sonaba de verás con cierto grado de vergüenza, pero no me atreví a decirle que mi calentura fue por ella, por mis pensamientos y deseos hacia ella, no por mis recuerdos de María.
Ella sonrió tímidamente.
- Pensé que no te dabas cuenta ¿Te sentiste incómoda? Lo siento ... No quise decir nada para que no te dieses cuenta de ello... No me suele ocurrir, pero estaba tan caliente por el sol y el deseo…
Ella apoyó su mano con suavidad en mi hombro y me miró a los ojos, a través de las gafas de sol.
- No te preocupes. No estaba incómoda ... De hecho ...
Se detuvo de nuevo
- ¿Te calentaste tú también un poco? - le susurré- Es normal si lo hiciste. Ser testigo de algo así, no importa quién sea la persona o personas, siempre es muy excitante.
Ella asintió con la cabeza y siguió
- Sí, lo fue. Y luego no pude dejar de pensar en ello todo el día…
¡Oh Dios, esto no podía estar sucediéndome a mí! ¿Podría ser esto una broma cruel? No, yo la había convertido ayer. Yo no era la única prima que tenía pensamientos antinaturales. Y ahora tenía que ir a por todas, ver hasta dónde podríamos llegar.
- Lidia .... ¿puedo preguntarte yo también algo? Pero no quiero que te m*****es - Mi mano comenzó a sudar acariciando mi estómago desnudo bajo el agua, con las uñas rascando ligeramente mi piel.
Ella estaba mirando mis dedos. Sus piernas se mantenían firmes bajo el embate de las pequeñas olas, provocando un movimiento rítmico
- Pregúntame - dijo en voz baja y acercándose a mí.
- Me pareció oír que te masturbabas ayer por la noche cuando pasaba por delante de tu puerta. Por eso jadeabas, ¿verdad?
Ella bajó la mirada, avergonzada, pero aún no había quitado su mano de mi hombro. Su silencio parecía no terminar nunca y contuve la respiración en espera de su respuesta.
- Dime, por favor. Quid pro quo… Es tu turno de ser sincera.
Ella me miró con los ojos ocultos por el cristal de las gafas, pero la expresión de su rostro era inconfundible. Sus dedos acariciaron suavemente mi brazo, mientras con la otra mano acariciaba ligeramente su pierna. Ella asintió con la cabeza.
- Sí, me da vergüenza, pero me masturbe hasta correrme un par de veces anoche.
Mi mano se movió hacia abajo, como si quisiera rascarme la parte interna de mi muslo y la dejé reposar allí, al borde del bañador, bien cerca de mi coño. Apliqué cierta presión a la misma y seguí el movimiento deliberado con mis rodillas, tratando de no mostrar nada raro y amparándome en la intimidad que me daba el agua. Nadie que estuviera paseando podría sospechar lo que pasaba bajo ella. Lidia sabía muy bien lo que estaba haciendo, porque ella estaba ahora, agachada dentro del agua, haciendo lo mismo con la mano libre. Cambié el brazo que ella tocaba con su mano y le sujeté su mano para que ella se tocase. Sí, dos primas, tomadas de la mano y masturbándose juntas en la playa, rozando sus piernas, expuestas pero escondidas a toda mirada ajena. Su boca se abrió un poco y oí los gritos de gozo de su respiración, presioné la mano contra mi sexo, mi traje de baño mojado se metió dentro de mis labios.
- Cris ...- dijo respirando con cierta dificultad - esta noche ... después de que todos se vayan a dormir... si dejo mi puerta abierta...
Hizo una pausa y me apretó la mano; lo que ella estaba a punto de preguntar, combinada con la presión que se aplicaba a su coño estaba llevándola al borde del orgasmo. Yo estaba allí con ella, tan cerca ahora que podría comérmela a besos
- … si dejo mi puerta abierta ...- su respiración se hacía más dificultosa y, por fin, gimió las siguientes palabras... – querrás venir a mi ...
Y con esta solicitud, nuestros cuerpos se juntaron por completo, con los pies hundidos en la arena, abrazándonos con fuerza y con una y otra de nuestras manos emparedadas con nuestros propios sexos. Intentamos permanecer lo más tranquilas como nos fue posible, aunque no pudimos mantenernos en silencio cuando llegamos al unísono a sendos orgasmos. Menos mal que el rítmico sonido de las olas del mar amortiguo nuestro canto de sirenas, como si se tratara de un coro acompañando a este preludio, a este anticipo de sinfonía que prometía ser una auténtica obra de arte, de sexo y de lujuria.
Yo no podía creer lo que acababa de suceder, pero cuando vi la expresión de felicidad en su rostro, mirándome, supe que era real. Ella no apartó la mirada, se limitó a sonreír, mientras que su respiración, nuestra respiración volvió lentamente a la normalidad. No sentí ninguna vergüenza por lo sucedido, ni ella tampoco. Miré nuestras manos y luego su cara.
- Lidia ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué puedo ir a tu cama esta noche?
Volvió a sonreírme con la sonrisa más amorosa que jamás había visto.
- Sí, quiero probar lo “malo” que puede ser estar una noche contigo.
Me las arreglé para terminar mi trabajo y bajé a la playa para estar un rato con los niños, con mis padres y con ella. Con ella más que con nadie. Estaban sentados en una especie de círculo. Los niños construían un castillo de arena, mi padre estaba leyendo el periódico, mi madre tomaba el sol con su enorme pamela, con la silla reclinada hacia atrás, medio tumbada. Lidia leía tumbada en la toalla, boca abajo. Me saludaron al verme llegar y ella se sentó para charlar conmigo.
- ¿Todo bien? -preguntó Lidia.
- Perfecto, gracias- le contesté con una sonrisa cómplice - ¿Qué tal el libro que estás leyendo?
- Entretenido. Si quieres cuando lo acabe te lo paso.
- Oh sí, claro. Le leeré con mucho interés para conocer tus gustos.
- Es verdad, así conocerás mejor mis aficiones y mis intereses- comentó con un doble lenguaje
Llevaba un precioso bikini rojo que tapaba más bien poco su anatomía. Quizás por eso se había puesto un pareo alrededor de la cintura, para disimular esa redondez excesiva de sus caderas y sus muslos. Puse mi toalla por debajo de su posición, aprovechando una pequeña sombra, y me tumbé contra mi vientre para poder verla. Una vez más, detrás de mis gafas de sol, podía observarla sin pudor, centrarme en los puntos más excitantes de su anatomía. Era delicioso imaginar cómo sería besarla todos y cada uno de esos puntos. Algunos demasiado exuberantes, pero absolutamente perfectos para mí. El canal de sus pechos me atraía como un imán. Sus pezones podían adivinarse a través de la tela, los lamería allí mismo si pudiera; ese vientre ligeramente redondeado estaba pidiendo a gritos que le cubrieran de besos. Yo sabía que ella era consciente de que la miraba, más de lo que haría normalmente. Ella me miró también un par de veces. La primera vez desvié rápidamente la mirada, pero con la segunda, seguí mirándola de forma insinuante. Ella me sonrió. ¿Esa sonrisa era de aprobación? ¿Estaba siendo consciente de mis apetencias, de mis intereses? ¿Me estaba enviando una señal? Mi libido me estaba jugando una mala pasada. Estaba perdiendo el control…
Los niños comenzaron a inquietarse, tenían hambre. Eran las dos y media y llevaban allí desde las once de la mañana. Yo sólo me había unido a ellos hacía apenas una hora, así que supliqué que me dejaran media hora más. Mis padres, benditos ellos, se ofrecieron a regresar a casa y llevárselos.
- ¿Lidia, vienes con nosotros o te quedas? - preguntó mi padre.
La miré a través de mis gafas oscuras y rogué en silencio a Dios, o al diablo, que decidiera quedarse.
- Me quedaré con Cristina para hacerla compañía- dijo con una sonrisa abierta que me derretía por dentro.
Una vez que se fueron con casi todos los bártulos hacia casa, me acomodé en una silla al lado de Lidia y las dos las reclinamos para tomar un poco el sol. Estábamos muy cerca, tan cerca que podía sentir su respiración y el calor que emanaba su cuerpo. Nuestras piernas casi se rozaban. Mi coño volvió a empaparse mientras imaginaba qué se sentiría si entrelazáramos nuestros muslos.
Escondida tras mis gafas de sol, podía mirar y fantasear todo lo que quería. Quería transmitir de alguna manera, aunque fuera telepáticamente, mis deseos para con ella. El calor del sol ayudaba y alimentaba mi lujuria, calentando mi piel al máximo.
Empezamos a hablar, acerca de cosas normales en un primer momento: los niños, los planes para el resto de la semana y así sucesivamente. Era agradable pasar un tiempo así con Lidia. Tenía esa gran personalidad, extrovertida, que la hacía ser encantadora. Intentaba seguir la conversación, pero mis pensamientos eran otros y me distraía.
- Estoy ardiendo - dijo mientras se limpiaba con la toalla el sudor de su cuello y de sus pechos.
Sus dedos se deslizaron justo en la parte interior de su bikini para secarlos. Tenía miedo de que mi boca se abriera sin querer. Mis piernas estaban un poco abiertas, debido a la forma de las sillas bajas de playa, pero cuando vi a Lidia tocar sus pechos, mis rodillas se unieron como un acto reflejo, produciendo una sensación muy agradable entre mis muslos.
- Sí, me temo que hoy los cuerpos están más que recalentados- respondí sin pensar, sintiéndome ridícula por ello.
Ella se rio en voz alta. Tenía una risa sonora muy linda.
- Vamos a dar un paseo y nos refrescamos. Y así vemos si hay otros cuerpos más calientes que los nuestros- dijo.
Estaba un poco sorprendida. Era como si hubiera picado el cebo. Miré a sus ojos que me miraban por encima de sus gafas de sol y tal vez noté una chispa extra en ellos. Tal vez ella estaba coqueteando conmigo.
- Ok, vamos a buscar los cuerpos más calientes de la playa – reí.
Nos levantamos y caminamos por la orilla del mar refrescando nuestros pies. Miré alrededor y me centré en dos chicos que jugaban con un frisbee cerca de las dunas. Nos paramos a unos metros de ellos. Uno era muy guapo. Se lo dije.
- Sí, es bastante agradable- me dijo, mientras se quitaba la arena de su muslo y hablaba de los abdominales del chico sin apenas hacerle caso.
Estaba claro que no tenía ningún interés en ellos. Sólo parecía interesarle la forma en que sus dedos se movían rozando su pierna. Me trajo un recuerdo de hace mucho tiempo…
- En estos días calurosos, con el riesgo de quemarse por el sol, siempre me acuerdo de mi vecina María.
- ¿María? ¿La que vive al lado de tus padres?
- Sí. ¿Quieres que te cuente lo que me sucedió hace unos cuatro años con ella?
- Claro – dijo curiosa
- Yo estaba asomada a la ventana de mi cuarto y ella me saludó desde la suya. Sabes que vivía en el piso de abajo y se la podía ver perfectamente. Estaba quemada por el sol y se estaba poniendo crema aftersoon por todo el cuerpo, desnuda y sin ningún pudor. Dejó que la observara acariciándose los pechos, el vientre, las piernas... Luego ella comenzó a acariciarse de una forma diferente, más íntima ... Aquello no era ponerse crema era algo más. Sus manos buscaban rincones más ocultos. Al tiempo, comprobaba que yo seguía ahí. Yo no era capaz de dejar de mirarla. Se estaba masturbando descaradamente ante mí, para mí…
Nos habíamos detenido en la orilla, con el agua a la altura de las rodillas. Cerré y abrí mis piernas, a un ritmo lento, saboreando la sensación de mis labios vaginales humedecidos al juntarse y separarse.
- ¡Sí…! ¿En serio? – preguntó, con una mirada de curiosidad reflejada en su cara.
Asentí y le conté la historia con todo el lujo de detalles, y exageré más de lo que vi aquella tarde. Dejé claro el hecho de que yo estaba en la ventana del piso superior, no perdiendo detalle de cada una de las caricias y de los movimientos que mi vecina estaba haciendo hasta que le llegaron las convulsiones del orgasmo y me miró de manera muy lasciva. No le dije que yo también me había masturbado viéndola y me había lamido los dedos después de meterlos en mi coño, imaginando que el jugo era del coño de María.
Al final de mi historia pude observar el vientre de Lidia subiendo y bajando a un ritmo algo más rápido que hacía unos minutos. Creo que mi historia la había despertado el deseo; a mí siempre me lo despertaba cuando pensaba en ello.
- Siempre que recuerdo esa imagen y la cara de María disfrutando de su corrida, me excito. Fue de lo más erótico que he vivido jamás.
- Ya me imagino. A mí me has puesto cachonda con el relato…
Su voz era tranquila, pero entrecortada, esa que sólo el deseo sexual puede producir. Dudé. Yo tenía miedo de hacer algo que arruinara este momento. Tenía miedo de que en cualquier momento la magia desapareciera, sus quejas se hicieran evidentes y me quedara expuesta al insulto por mi desviación sexual. Pero yo no podía hacer nada más, la suerte estaba echada. Y sí, yo estaba muy caliente.
- Ver a alguien en esa situación es excitante – continué - aunque uno no quiera.
- Sí…
- ¿Tú también has visto a alguien así?
- ¡Eeeh…! Bueno… algo parecido. Pero era una pareja de la universidad…
Mis manos se posaron en el interior de mis muslos haciendo que me quitaba algún resto de arena pegada a ellos. Mis rodillas iniciaron un lento abrir y cerrar de piernas. El ritmo de este movimiento me excitó aún más. Y fue entonces cuando vi las rodillas de mi prima siguiendo el mismo patrón de movimiento en las suyas. Oh Dios, pensé, ella también está excitada. Había despertado su deseo, no hay duda…
- Así que estos días de calor… me gustaría tenerla a mi lado, en privado...- me reí nerviosa – Vamos al agua…- agregué, con cierta dificultad al hablar.
Nos lanzamos de cabeza y salimos un poco más adentro. El agua cubría nuestro cuerpo por encima de la cintura. Me agaché hasta tener el agua a la altura de mi cuello. Semi oculta por el azul verdoso del agua, acaricié mi sexo, ignorando si ella se daba cuenta de mis movimientos
- ¡Cris ...! - vaciló.
- Sí… Dime
- ¿Puedo preguntarte algo? ...
- Sí, lo que quieras… - el cebo estaba echado
- No, nada, déjalo…- dijo moviendo su mano en una especie de señal.
- ¡No! Ahora no me puedes dejarme a la expectativa, pregúntame cualquier cosa que quieras saber...
Su boca se abrió y se detuvo de nuevo.
- Ayer en la playa ... estabas pensando en eso .... en ... ya sabes… - se volvió hacia los jugadores, por lo que no podía ver su rostro.
Se había dado cuenta de mis movimientos. Cuando yo creí que no podría percibirlos. Me avergoncé durante unos segundos, pero luego volví a la realidad y a ese increíble estado de emoción que estaba viviendo. Separé mis rodillas rápidamente porque iba a correrme allí mismo.
- Oh Dios, ¿te diste cuenta? – Sonaba de verás con cierto grado de vergüenza, pero no me atreví a decirle que mi calentura fue por ella, por mis pensamientos y deseos hacia ella, no por mis recuerdos de María.
Ella sonrió tímidamente.
- Pensé que no te dabas cuenta ¿Te sentiste incómoda? Lo siento ... No quise decir nada para que no te dieses cuenta de ello... No me suele ocurrir, pero estaba tan caliente por el sol y el deseo…
Ella apoyó su mano con suavidad en mi hombro y me miró a los ojos, a través de las gafas de sol.
- No te preocupes. No estaba incómoda ... De hecho ...
Se detuvo de nuevo
- ¿Te calentaste tú también un poco? - le susurré- Es normal si lo hiciste. Ser testigo de algo así, no importa quién sea la persona o personas, siempre es muy excitante.
Ella asintió con la cabeza y siguió
- Sí, lo fue. Y luego no pude dejar de pensar en ello todo el día…
¡Oh Dios, esto no podía estar sucediéndome a mí! ¿Podría ser esto una broma cruel? No, yo la había convertido ayer. Yo no era la única prima que tenía pensamientos antinaturales. Y ahora tenía que ir a por todas, ver hasta dónde podríamos llegar.
- Lidia .... ¿puedo preguntarte yo también algo? Pero no quiero que te m*****es - Mi mano comenzó a sudar acariciando mi estómago desnudo bajo el agua, con las uñas rascando ligeramente mi piel.
Ella estaba mirando mis dedos. Sus piernas se mantenían firmes bajo el embate de las pequeñas olas, provocando un movimiento rítmico
- Pregúntame - dijo en voz baja y acercándose a mí.
- Me pareció oír que te masturbabas ayer por la noche cuando pasaba por delante de tu puerta. Por eso jadeabas, ¿verdad?
Ella bajó la mirada, avergonzada, pero aún no había quitado su mano de mi hombro. Su silencio parecía no terminar nunca y contuve la respiración en espera de su respuesta.
- Dime, por favor. Quid pro quo… Es tu turno de ser sincera.
Ella me miró con los ojos ocultos por el cristal de las gafas, pero la expresión de su rostro era inconfundible. Sus dedos acariciaron suavemente mi brazo, mientras con la otra mano acariciaba ligeramente su pierna. Ella asintió con la cabeza.
- Sí, me da vergüenza, pero me masturbe hasta correrme un par de veces anoche.
Mi mano se movió hacia abajo, como si quisiera rascarme la parte interna de mi muslo y la dejé reposar allí, al borde del bañador, bien cerca de mi coño. Apliqué cierta presión a la misma y seguí el movimiento deliberado con mis rodillas, tratando de no mostrar nada raro y amparándome en la intimidad que me daba el agua. Nadie que estuviera paseando podría sospechar lo que pasaba bajo ella. Lidia sabía muy bien lo que estaba haciendo, porque ella estaba ahora, agachada dentro del agua, haciendo lo mismo con la mano libre. Cambié el brazo que ella tocaba con su mano y le sujeté su mano para que ella se tocase. Sí, dos primas, tomadas de la mano y masturbándose juntas en la playa, rozando sus piernas, expuestas pero escondidas a toda mirada ajena. Su boca se abrió un poco y oí los gritos de gozo de su respiración, presioné la mano contra mi sexo, mi traje de baño mojado se metió dentro de mis labios.
- Cris ...- dijo respirando con cierta dificultad - esta noche ... después de que todos se vayan a dormir... si dejo mi puerta abierta...
Hizo una pausa y me apretó la mano; lo que ella estaba a punto de preguntar, combinada con la presión que se aplicaba a su coño estaba llevándola al borde del orgasmo. Yo estaba allí con ella, tan cerca ahora que podría comérmela a besos
- … si dejo mi puerta abierta ...- su respiración se hacía más dificultosa y, por fin, gimió las siguientes palabras... – querrás venir a mi ...
Y con esta solicitud, nuestros cuerpos se juntaron por completo, con los pies hundidos en la arena, abrazándonos con fuerza y con una y otra de nuestras manos emparedadas con nuestros propios sexos. Intentamos permanecer lo más tranquilas como nos fue posible, aunque no pudimos mantenernos en silencio cuando llegamos al unísono a sendos orgasmos. Menos mal que el rítmico sonido de las olas del mar amortiguo nuestro canto de sirenas, como si se tratara de un coro acompañando a este preludio, a este anticipo de sinfonía que prometía ser una auténtica obra de arte, de sexo y de lujuria.
Yo no podía creer lo que acababa de suceder, pero cuando vi la expresión de felicidad en su rostro, mirándome, supe que era real. Ella no apartó la mirada, se limitó a sonreír, mientras que su respiración, nuestra respiración volvió lentamente a la normalidad. No sentí ninguna vergüenza por lo sucedido, ni ella tampoco. Miré nuestras manos y luego su cara.
- Lidia ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué puedo ir a tu cama esta noche?
Volvió a sonreírme con la sonrisa más amorosa que jamás había visto.
- Sí, quiero probar lo “malo” que puede ser estar una noche contigo.
2 年 前