Veraneo con Lidia.- Capítulo 4: La cita

4.- La cita
Sería después de la una de la mad**gada, cuando todo el mundo en la casa estaba durmiendo en la planta de arriba. Todos excepto mi preciosa prima, que a esa hora me estaría esperando en el silencio de su habitación. Su habitación era la única habitación en la planta baja de la casa; allí estaríamos totalmente solas, alejadas del resto, sin nadie que nos m*****ara.
Cuando me acerqué a la puerta volví a recordar los acontecimientos del día. Todo había comenzado con una exhibición vergonzosa de lujuria incontrolada por mi parte esa misma mañana, rodando por su cama con sus bragas presionando mi cara. Había tenido uno de los orgasmos más intensos auto inducidos de mi vida y cómo, unas pocas horas más tarde, algo que nunca podría haber imaginado, Lidia y yo nos habíamos corrido juntas en la playa. Cómo admitimos nuestros deseos la una por la otra. Lo que pensé originalmente, mis confesiones en el calor del deseo y de la pasión, que podrían desembocar en mi vergüenza y en la culpabilidad si salía algo mal. No pasó nada. Caminamos juntas desde la playa hasta la casa, de la mano, hablando a un ritmo vertiginoso. Habíamos compartido algo especial y nos sentíamos bien por ello. Nuestra relación había evolucionado, ya no era sólo su prima mayor que solía cuidar de ella cuando era una niña. Por supuesto que siempre habría mirado por su bien, lo mejor para ella, pero ahora éramos dos mujeres que necesitaban un nuevo tipo de complicidad, en busca de placer íntimo que ambas podíamos darnos la una a la otra…
Esa velada fue una prueba de paciencia y auto control para los dos. Primero arreglarnos para cenar. Mi marido había regresado de Madrid, aunque era jueves, para pasar todo el fin de semana con nosotros. Mientras Lidia se daba una larga ducha, yo ayudé a Alberto a preparar la cena. Haciendo esta tarea, mi mente iba a la deriva e imaginaba qué podía estar haciendo mi prima durante tanto tiempo bajo el chorro del agua caliente. Debe estar preciosa bajo esa ducha de vapor, pensé. Cuando oí que el agua ya no corría, que había acabado, fui a darme yo una ducha también. Sabiendo que Lidia se había tomado un rato largo en arreglarse para mí, yo no podía defraudarla e hice lo mismo. Me depilé, asegurándome de que mis piernas y axilas quedaran como la piel suave de un bebé. También le dediqué un largo rato a mis partes bajas. Levanté la pierna y apoyé el pie en el bidet y pasé la pastilla de jabón por mi pubis y entre mis nalgas; mi cuerpo se estremeció al contacto sutil y ligero de ésta por mi ano. Estas eran las sensaciones que esperaba a sentir esa noche, con mi preciosa prima. Tomé mi cuchilla y con cuidado me fui retirando el jabón y todo atisbo de vello en esa región de mi cuerpo. Estaba muy excitada. Los labios de mi sexo estaban hinchados. Esperaba que ella fuera capaz de apreciar esta suavidad. Acabé de ducharme, no quería masturbarme y acabar sin fuerzas antes de que llegara el encuentro de esa noche. Me sequé y rocié todo mi cuerpo con mi perfume favorito, de sándalo. Quería estar suave y perfumada para ella, que me deseara por el tacto de mi piel… y también por mi olor.
Como era normal durante las vacaciones de verano, la cena la hacíamos en el jardín de la casa, con una pequeña barbacoa, entre risas, voces y bastante escándalo por parte de los niños y vecinos que se apuntaban cada dos por tres a cenar con nosotros. Pero esa noche fue diferente, al menos para nosotras dos. Lidia y yo intercambiamos muchas miradas furtivas, muchos coqueteos y bromas. Pasaba por su lado de la mesa y, sin que nadie se diera cuenta, le acariciaba el hombro o el cabello. La miraba desde lejos hasta que ella podía sentir mi mirada que la penetraba, calentándola. Ella me miraba también y me sonreía pícaramente. Y con esas sonrisas yo le decía todo lo que haríamos entre nosotras cuando todo el mundo estuviera durmiendo. Esas miradas intercambiadas durante toda la noche eran todas y cada una de las caricias que nos daríamos con nuestras manos, eran besos de nuestros labios, eran abrazos y roces de nuestros pechos… Las dos estábamos distraídas, ajenas al bullicio del jardín, a un millón de kilómetros de distancia de él, en una fantasía erótico-privada como únicas protagonistas. Al final de la noche yo tenía tan húmeda mi ropa interior, que temí se me notara a través de mis pantalones cortos. He tenido muchas experiencias sexuales trascendentales en mi vida, pero no recuerdo haber estado tan caliente como en ésta.
Después de que los otros invitados se fueran a sus casas, Lidia se excusó diciéndonos a Alberto a y a mí que se iba a la cama. Quedaban unos minutos para que fueran las doce de la noche "Nos vemos mañana", dijo con una sonrisa pícara. Alberto debió entender que nos quería dejar solos para nuestros juegos de pareja, pero yo supe cuál era el verdadero significado de la frase. La vi alejarse sin dejar de mirar disimuladamente ese culo maravilloso y espectacular que lucía.
Alberto y yo nos quedamos solos. Sabía que querría irse a la cama pronto. Su trabajo le hacía mad**gar y los kilómetros del viaje le dejaban bastante cansado. Yo quería que se fuera pronto a la cama y que se durmiera más rápido que otros días. También sabía cuál era la manera más eficaz de lograrlo, dejándolo K.O. de forma fulminante. Y además muy satisfecho.
Él se había sentado a mi lado en el sofá, con las piernas extendidas en la otomana, queriendo descansar un rato del bullicio de la noche antes de subir a la habitación. Extendí la mano colocando el brazo izquierdo por debajo de sus riñones, apoyando mi cabeza contra su pecho. Mi mano derecha se deslizó bajo su camiseta para masajear su estómago duro y musculoso, bajando a su bajo vientre. Esta noche no tenía tiempo para otros estímulos. Escuché como se agitaba su respiración mientras mi mano cálida jugaba con su piel. Mis dedos se deslizaron hacia abajo y cuando tropezaron con el elástico de su pantalón corto y de su slip, él ahuecó el abdomen. Eso permitió que entrara sin problema en busca de su sexo. Mis dedos jugaron un rato en su montículo con su mata de pelo. El dorso de mi mano tropezó sin querer con su polla totalmente empalmada y dura. "Cariño, estoy cansado, me muero de sueño", dijo. Pero sus palabras, no sonaron muy convincentes.
Nadie podía querer más que yo que se fuera a dormir y que cayera en brazos de Morfeo, pero tenía una polla preciosa, en un estado que yo no podía desaprovechar; y era muy pronto para poder ir ya a la habitación de Lidia, aunque el deseo me consumía por dentro.
Besé a mi manera su pecho, levantando su camisa, recorriendo sus pezones y bajando por su estómago. Tenía un cuerpo fibroso que me encantaba, era mi ideal de belleza masculina. Pasé la lengua por debajo de la banda de la cintura de sus pantalones cortos, sintiendo la piel aún más suave de su bajo vientre. Cambié de posición y me bajé al suelo colocándome entre sus piernas. Tiré del pantalón y él levantó su culo ligeramente para permitir que se viniera abajo.
- ¿Cariño, qué pasa si Lidia sale de su cuarto? - Sus protestas fueron de nuevo a medias.
- Si lo hace, va a tener una preciosa imagen a la vista, ¿no es crees...? - dije con una sonrisa, y otra punzada en mi región inferior, sólo de pensar en esa posibilidad - …tal vez ella se animara y me querría ayudar- añadí, tomando su ya polla dura como un garrote entre mis labios.
El sonido que escapó de su boca en ese momento era simplemente hermoso y yo sabía que era la combinación de mi boca caliente, húmeda, al envolver su miembro, unido al pensamiento de mi prima ayudándome a hacerle una buena mamada.
Le di a mi marido una mamada increíble esa noche. Fue lenta, llena de susurros, de ronroneos, de gemidos suaves, de lametones y succiones. Me empleé a fondo y con entusiasmo. Siempre me gustó lograr que se corriera tan solo con el contacto de mi boca, pero esta noche era más excitante a causa de lo que sabía que me esperaba después. Imaginé a Lidia conmigo, chupando la polla de Alberto, besándome con ella, con la polla de él entre nuestros labios. Casi podía adivinar que él estaba teniendo esa misma fantasía ahora, porque sus gemidos y sus convulsiones, retorciéndose en el sofá, eran más intensas de lo habitual. Él había mirado también a Lidia de una forma diferente durante estos días, no se me escapaba que le había dado un buen repaso visual a sus tetas, a sus piernas y a su culo, que la había catalogado y evaluado sexualmente. ¿Qué hombre no lo haría?
Alberto se tensó, acalló sus gemidos tanto como le fue posible y su semen llenó mi boca, a ráfagas, en varios disparos. Tragué lo que pude y saqué su polla de mi boca. Corría el riesgo de morir ahogada entre ese pedazo de carne y su enorme y cuantiosa corrida. Terminé su orgasmo sacudiéndosela con la mano y bombeando el resto en su estómago. No tragué toda su carga, me moví rápidamente a besarlo profundamente en la boca. Parte de su semen volvió de nuevo a él. Este era un pequeño ritual caliente después del sexo oral que nos estimulaba intensamente. Me abrazó fuerte contra su pecho. Después de eso, siempre me decía que me amaba…
Por fin estaba preparado para irse a dormir y tener un sueño relajado y reparador. Sonreí para mis adentros.
Había pasado casi una hora desde que Lidia se había ido a la cama cuando nos subimos a acostar. Tenía que dejar pasar un rato para comprobar que todo estaba ya tranquilo en casa, que todos dormían profundamente. Antes de ir a la planta baja, fui al cuarto de baño para refrescarse un poco y cepillarme los dientes. También me cambié y me puse mi camisón favorito, de satén rojo. Tenía tirantes finos y llegaba un poco más arriba de la mitad de mis muslos. Iba sin sujetador y sin bragas. Me veía estupenda y seductora. La sensación del roce de la prenda en mi piel desnuda me trasladaba al séptimo cielo.
Eché una última ojeada la habitación. El alcohol de la cena, el cansancio y la buena mamada recibida le habían dejado KO, roncaba como un bendito. Otra visión a la planta superior y pude comprobar que todos dormían. Silencio. Todo tranquilo. Mi corazón se aceleró. Bajé las escaleras sin hacer ningún ruido, casi flotando.
发布者 SirLawrence23
2 年 前
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